Investigadores de España, Chile, Argentina y Australia detectaron por primera vez contaminantes orgánicos en ballenas azules del hemisferio sur. Se trata de sustancias muy conocidas como PCB y el pesticida DDT, entre otras. Los resultados de este estudio realizado en Chile se enmarcan dentro del Proyecto Alfaguara del Centro de Conservación Cetacea.
Los resultados del estudio fueron publicados en la revista especializada Science of the Total Environment y contribuyen a evaluar su estado sanitario y resaltan la importancia de las ballenas como centinelas de la salud del océano. La iniciativa forma parte del Proyecto Alfaguara, realizado por el Centro de Conservación Cetacea (CCC) de Chile en el noroeste de la Isla Grande de Chiloé.
El Dr. Mariano Sironi, Director Científico del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) de Argentina participa de este proyecto de investigación en el marco del convenio de cooperación establecido entre ambas organizaciones y es co-autor de la publicación.
El Dr. Juan Muñoz-Arnanz, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid y autor principal de la publicación, describe que:
“En el laboratorio realizamos una serie de procesos sobre 40 muestras de 37 ballenas azules para extraer y medir por cromatografía de gases y espectrometría de masas los contaminantes orgánicos. Todos los COP investigados (PCB, PBDE, DDT y HCB) fueron encontrados en todas las muestras analizadas, poniendo de relieve la ubicuidad y capacidad de transporte a larga distancia de estos contaminantes. Los mayores niveles registrados fueron de PCB, seguidos de DDT, HCB y PBDE, respectivamente. Las concentraciones medidas de todos estos COP fueron, sin embargo, menores que las registradas en ballenas azules del hemisferio norte, lo cual está en concordancia con el menor grado de contaminación descrito en el hemisferio sur.”
¿Que son los contaminantes orgánicos persistentes?
Los contaminantes orgánicos persistentes (COP o persistent organic pollutants, POPs, en inglés) son sustancias generadas por el ser humano y son una amenaza para la salud pública y para los ecosistemas. Los COP incluyen sustancias muy conocidas como los PCB y el DDT, usado mundialmente como pesticida. Además de su toxicidad, se caracterizan por su transporte a largas distancias, su persistencia a lo largo del tiempo y porque se bioacumulan, es decir, se concentran en los niveles superiores de las redes alimentarias. Así, predadores tope del ecosistema marino como las orcas, y también otros cetáceos que son muy longevos como las grandes ballenas, pueden acumular estos compuestos tóxicos en sus cuerpos, en particular en la grasa.
El Dr. Muñoz-Arnanz resalta que:
“Las hembras tienen niveles de contaminantes menores que los machos, probablemente debido al traspaso de estos compuestos lipofílicos a las crías a través de la leche.”
Esquema gráfico de la publicación ‘First assessment of persistent organic pollutant contamination in blubber of Chilean blue whales from Isla de Chiloé, southern Chile’.
Implicancias para la conservación de las ballenas
Este estudio evidencia que las ballenas azules en la costa chilena del Pacífico Sur tienen niveles de contaminantes más bajos que las del hemisferio norte.
Bárbara Galletti Vernazzani, Presidenta del Centro de Conservación Cetacea de Chile y coautora de la publicación, afirma que:
“Estamos preocupados por la salud de las poblaciones de cetáceos en el Archipiélago de Chiloé, ya que estas ballenas azules presentan lesiones a la piel importantes en relación a otras regiones. Más aún, dichas lesiones también han sido detectadas en delfines en los alrededores de Chiloé y en 2007, el panel de expertos en ballenas azules que se reunió en Ciudad del Cabo, Sudáfrica ya hizo el primer llamado de preocupación sobre los posibles impactos que la salmonicultura intensiva pudiera estar teniendo sobre estas especies en la zona sur de Chile. Por estos alarmantes motivos es que iniciamos en 2009 esta nueva línea de investigación sobre la salud de los animales que incluyó el análisis de los COPs. Así, nuestro estudio, basado en una técnica que no afecta la salud ni el comportamiento de las ballenas, ha generado datos científicos muy relevantes para comenzar a llenar un vacío de información sobre la contaminación orgánica en nuestra región del Pacífico Sur.”
¿Cómo se mide el nivel de contaminantes en las ballenas?
Todos los estudios modernos sobre las ballenas pueden realizarse mediante técnicas no letales. Los contaminantes orgánicos se acumulan principalmente en la grasa. Por ello, los investigadores colectaron pequeñas biopsias de grasa y piel de ballenas azules en el noroeste de la Isla Grande de Chiloé.
El Dr. Mariano Sironi, Director Científico del Instituto de Conservación de Ballenas y coautor de la publicación, describe la técnica usada en el mar:
“Con el bote de investigación nos acercamos a las ballenas cuando salen a la superficie a respirar. Con una ballesta, disparamos un dardo de 5 milímetros de diámetro que toma una pequeña muestra de piel y grasa superficial del lomo de las ballenas. Cuando el dardo rebota, queda flotando en el agua y lo recogemos desde el bote. Esta técnica es ampliamente utilizada en todo el mundo, dado su efecto mínimo sobre los animales y la gran cantidad de información que puede obtenerse con apenas un gramo de tejido.
En casi todos los casos, las ballenas no muestran cambios durante el muestreo, y continúan con su comportamiento habitual, que en la zona de Chiloé es principalmente la alimentación a base de kril”,
Las muestras son conservadas en distintos químicos o bien se congelan, según con qué fin serán analizadas. En este estudio, la piel se utilizó para determinar el sexo de las ballenas y la grasa para medir los niveles de contaminantes.
La investigación fue publicada en el siguiente artículo:
Muñoz-Arnanz J, Chirife AD, Galletti Vernazzani B, Cabrera E, Sironi M, Millán J, Attard CR and Jiménez B. 2019. First assessment of persistent organic pollutant contamination in blubber of Chilean blue whales from Isla de Chiloé, southern Chile. Science of The Total Environment, Volume 650, Part 1, 10 February 2019, 1521-1528. https://doi.org/10.1016/j.scitotenv.2018.09.070
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