El análisis de más de cinco décadas de fotografías revela heridas compatibles con colisiones con embarcaciones, enmallamientos y contacto con basura marina, que dejan huellas visibles en los cuerpos de las ballenas francas australes. La reciente colisión de un buque de carga, en el puerto de Quequén, con dos individuos de esta especie agudiza esta preocupación, al evidenciar de forma directa la creciente amenaza que enfrentan estos mamíferos por actividades humanas en el mar.
Colisiones y enmallamientos: amenazas en aumento
Las colisiones con embarcaciones, estructuras u objetos de origen humano, así como el enmallamiento en redes y sogas, representan una grave amenaza para los mamíferos marinos en todo los océanos del mundo. Estas interacciones pueden provocar impactos a nivel individual —heridas, o dificultad para nadar o alimentarse— y también a nivel poblacional, al reducir la capacidad reproductiva e incrementar la mortalidad.
Como consecuencia, poblaciones como la de las ballenas jorobadas del Atlántico noroccidental y la de las ballenas francas del Atlántico Norte se encuentran amenazadas o incluso en peligro de extinción. El tráfico marítimo, las pesquerías y la basura marina afectan sus zonas de cría, alimentación y rutas migratorias, empujando a algunas especies a un preocupante abismo poblacional. Tal es el caso de las ballenas francas del Atlántico Norte, cuya población actual se estima en menos de 400 individuos.

Desde 1970, el Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) monitorea a la población de ballenas francas australes en su área de cría y reproducción en Península Valdés, actualmente estimada en alrededor de 6.000 individuos. Gracias a la fotoidentificación, se puede determinar si la población crece, cambian sus patrones de distribución costera, o varía su condición corporal a lo largo del tiempo. Si bien las colisiones y los enmallamientos no representan todavía una causa de mortalidad o debilitamiento tan evidente como en otras poblaciones y especies, su impacto ha ido en aumento en las últimas décadas.
La Dra. Carina Marón, investigadora del ICB expresa:
» Al analizar fotos de alta definición tomadas con drones en Península Valdés entre 2018 y 2019, detectamos un aumento de heridas en ballenas francas posiblemente causadas por objetos o estructuras de origen humano. Esto nos llevó a revisar nuestros registros desde los años 70 a la actualidad, y confirmamos que este tipo de lesiones ha aumentado en los últimos años.”
Heridas en números
De un total de 3.811 ballenas francas foto-identificadas en Península Valdés entre 1971 y 2017, se detectaron heridas de posible origen antrópico en 141 individuos, que representan casi el 4% de todos los individuos de nuestro catálogo.
Casi el 50% de estos casos fueron registrados durante las primeras tres décadas de estudio, y el otro 50% en las últimas dos décadas, lo que indica que la incidencia de las heridas ha aumentado para esta población.
De las 141 ballenas con lesiones, casi un 50% tienen heridas por colisiones con embarcaciones o con algún tipo de estructura u objeto punzante, un 13% por posibles enmallamientos y un 7% por interacciones con depredadores (por ejemplo, orcas) o abrasiones con fondos rocosos. El 30% restante, tienen heridas con origen posiblemente antrópico, aunque no se pudo establecer con certeza. En este análisis no consideramos las lesiones provocadas por las gaviotas.

La incidencia del tipo de heridas en esta población parece variar a través de las décadas. Por ejemplo, el porcentaje de ballenas con heridas por colisiones ha variado desde un 40% a un 60% entre 1971 y 2017. Sin embargo, los casos de ballenas con laceraciones provocadas por un posible enmalle han sufrido un aumento más marcado durante los últimos años, representando solo un 3-5% para las décadas del ’70, ’80 y ’90 y llegando a un 27% para el periodo 2010-2017.
El tráfico marítimo y su impacto en las ballenas
Las hélices de las embarcaciones pueden provocar cortes consecutivos en el cuerpo de las ballenas y a diferente profundidad, comprometiendo solo la piel, o la piel y la grasa subyacente, e incluso cortando parte de los apéndices como las aletas pectorales o caudal. Otros elementos como la quilla, el timón y la proa también representan elementos que pueden provocar lesiones si impactan contra el cuerpo de los cetáceos porque sobresalen de las embarcaciones o presentan partes filosas, además de que aumenta su peligrosidad si la embarcación aumenta la velocidad de navegación.

En una evaluación realizada por la Comisión Ballenera Internacional (IWC) se advierte sobre la magnitud global de las colisiones entre embarcaciones y cetáceos, destacando que es una amenaza creciente y subestimada. El análisis de 933 casos verificados desde 1820 hasta 2019, revela que las colisiones afectan principalmente a grandes ballenas como la ballena fin, jorobada, cachalote y la franca, con mayor incidencia en el Atlántico Norte y áreas de tráfico intenso como la costa este de EE.UU. La mayoría de los incidentes involucraron embarcaciones a velocidades superiores a los 15 nudos, umbral a partir del cual la probabilidad de muerte del animal supera el 75%. El informe destaca también la gran cantidad de datos incompletos, lo que sugiere un fuerte subregistro y la urgente necesidad de mejorar el monitoreo, el reporte y la implementación de medidas preventivas.
El caso de Quequén, aprender para prevenir nuevos accidentes
El 7 de junio pasado, imágenes de vídeo tomadas desde drones y difundidas por redes sociales mostraron un accidente entre un buque de carga que salía del Puerto de Quequén y dos ballenas francas australes que estaban visiblemente en superficie. Las imágenes tomadas inmediatamente después del accidente no muestran lesiones físicas evidentes en las ballenas. No obstante, no puede descartarse la presencia de lesiones o hemorragias internas, las cuales sólo podrían detectarse mediante un seguimiento a largo plazo que permita evaluar posibles daños derivados de una eventual colisión.

Redes y sogas, una trampa mortal
El enmallamiento en artes de pesca es una de las principales causas de muerte de ballenas y delfines, con un estimado de más de 300.000 individuos afectados cada año a nivel global. Las llamadas redes fantasma —equipos de pesca como redes, sogas o boyas que han sido abandonados, descartados o perdidos en el mar— flotan a la deriva convirtiéndose en trampas invisibles y letales para numerosos organismos marinos, incluidas las ballenas.

Esta amenaza no solo afecta la conservación de especies, sino que representa un serio problema para el bienestar animal porque sus efectos varían según la zona del cuerpo afectada. Por ejemplo, cuando el enmalle se produce en aletas o en el pedúnculo caudal, puede dificultar la natación; si se localiza en la cabeza, las fosas nasales o la boca, puede impedir que el animal se alimente o respire, provocando inanición o asfixia. Además, cuando las sogas se enredan en cualquier parte del cuerpo, pueden causar heridas profundas por constricción, infecciones y otras complicaciones que debilitan gravemente al animal, e incluso pueden llevarlo lentamente a la muerte.
Basura que genera heridas
La presencia de basura en el mar no se limita a objetos como bolsas, envases plásticos o redes, sino que también incluye objetos, como carcasas de embarcaciones abandonadas, estructuras metálicas y componentes desprendidos de plataformas vinculadas a la exploración y extracción de combustibles fósiles. En la población de ballenas francas australes que estudiamos en Península Valdés, se han observado individuos con heridas de probable origen antrópico, aunque en muchos casos no es posible identificar con certeza el objeto que las provocó.
La Lic. en Biología Florencia Vilches, investigadora del ICB, explica:
“En numerosos casos no podemos determinar con exactitud qué provocó la herida, y solo podemos inferir su origen a partir de características como la forma, profundidad o ubicación en el cuerpo del animal. Los bordes prolijos y geométricos evidencian que fue causada por un objeto o estructura filosa, aunque siguen siendo lesiones difíciles de clasificar. En cambio, otras heridas presentan patrones más claros, como laceraciones provocadas por el roce prolongado con sogas o cortes paralelos y consecutivos que indican el impacto con hélices de embarcaciones.”
Una problemática urgente que requiere acción
El aumento de ballenas con heridas en Península Valdés representa una señal de alerta temprana sobre los impactos crecientes de las colisiones con embarcaciones y el enmallamiento en redes y sogas de pesca. Estos casos no deben pasar inadvertidos, sino que constituyen una oportunidad para actuar antes de que estas amenazas se consoliden como un problema irreversible.
Además del desarrollo de regulaciones para prevenir colisiones, evitar el descarte de residuos en el mar y reducir la pérdida de aparejos de pesca, es fundamental promover buenas prácticas por parte de navegantes, operadores turísticos, sectores industriales y pesqueros puede marcar una gran diferencia. Asimismo, la concientización de la sociedad en su conjunto resulta clave para fomentar una relación más respetuosa y responsable con las ballenas y el ecosistema marino. En este contexto, las áreas marinas protegidas cumplen un rol estratégico, al establecer zonas donde la conservación del hábitat marino y el bienestar de las especies sean una prioridad.
El Dr. Mariano Sironi, Director Científico del ICB, concluye:
“Nuestro análisis de las heridas en ballenas francas de Península Valdés aporta evidencia científica sólida para impulsar acciones de prevención y mitigación. Estas medidas deben surgir del trabajo conjunto entre todos los sectores: sociedad civil, industria, pesca, academia y organismos gubernamentales. Solo así lograremos garantizar el bienestar de las ballenas y su protección a largo plazo.”
Las heridas en el cuerpo de las ballenas nos recuerdan que nuestras acciones en el ambiente dejan marca. Reconocer estos primeros signos de impacto es una oportunidad para actuar con responsabilidad y aplicar medidas de precaución que eviten daños mayores.
© Instituto de Conservación de Ballenas. GACETILLA DE PRENSA – Fotografias que alertan: aumento de heridas antrópicas en las ballenas francas. Puede reproducirse citando la fuente.