Ballenas, ¿Por qué es importante su conservación?

Ballenas, ¿Por qué es importante su conservación?

Ballenas, ¿Por qué es importante su conservación? 700 525 ICB
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Por: Alejandro Fernandez Ajó
Investigador

Las ballenas se encuentran entre los animales más asombrosos y enigmáticos del mundo. Pero estos gigantes no solo son fascinantes; además son biológicamente especiales: debido a sus rasgos de vida únicos (es decir, su gran tamaño corporal, su gran longevidad y las vastas extensiones que recorren) y su importante rol ecológico al contribuir a mantener la salud y el correcto funcionamiento de los ecosistemas marinos.

Por ello trabajar para la conservación y la restauración de las poblaciones de las grandes ballenas, tiene también implicancias directas en la protección de los ecosistemas marinos de las amenazas de origen antrópicas como por ejemplo las emisiones de CO2 y el cambio climático global, ya que las ballenas tienen la capacidad de secuestrar carbono en sus cuerpos (Pershing et al.2010).

Además, existe creciente evidencia en favor de que las ballenas pueden mejorar la producción primaria en el océano a través de sus altas tasas de consumo y defecación, que en última instancia proporcionan nutrientes y pueden mejoran los rendimientos de las pesquerías (Roman-McCarthy, 2010; Morissette et al. 2012).

Las ballenas son los animales más fascinantes del mundo, pero no solo son animales increíbles. También son extremadamente importantes para mantener saludable el ecosistema marino.

Foto: Alejandro Fernández Ajó -Instituto de Conservación de ballenas.

Ballenas en peligro

A principios del siglo XX, muchas de las poblaciones de ballenas del mundo se redujeron a una pequeña fracción de sus números históricos, y aunque la abundancia previa de caza de ballenas es un tema de debate, estudios recientes estiman que al menos el 66%, y quizás hasta el 90% para algunas especies y poblaciones de ballenas fueron cazadas en este período (Branch-Williams 2006; Christensen, 2006). Esta aniquilación sistemática y serial de ballenas redujo consistentemente la biomasa y la abundancia de distintas poblaciones de ballenas en todo el mundo. Este hecho, probablemente ha alterado la estructura y la función de los ecosistemas marinos (Balance et al. 2006; Roman et al. 2014; Croll, et al. 2006).

Afortunadamente, la caza comercial fue prohibida a mediados del siglo XX.  Esta prohibición fue el resultado de múltiples factores, incluida la reducción del número de ballenas por debajo del punto donde la caza comercial no sería rentable y por el cambio en la percepción pública acompañado por la emergencia de los bloques de países conservacionistas en la Comisión Ballenera Internacional (Schneider-Pearce, 2004). Gracias a la moratoria establecida, varias poblaciones se han recuperado en todo el mundo, e incluso algunas de las que figuraban en peligro de extinción han cambiado su categoría a ser de preocupación menor (como por ejemplo la ballena franca austral y la ballena gris del Pacífico Norte Oriental).

Sin embargo, aunque la recuperación de algunas poblaciones ha motivado que ciertas comunidades o naciones quieran obtener o extender sus cuotas de caza (por ejemplo la solicitud de la tribu Makah en el Noroeste de Estados Unidos o la caza que realiza Japón), es importante reconocer que el manejo de las poblaciones de ballenas es posiblemente una de las tareas más complicadas, y se distingue de la gestión de otras pesquerías debido a diversos aspectos biológicos: Las ballenas son mamíferos muy longevos (algunas especies viven más de 200 años), su tasa de reproducción es muy lenta (en promedio una ballena puede producir una cría cada dos o tres años dependiendo de la especie). Además, las ballenas generalmente alcanzan su madurez sexual entre los 6-10 años, y para muchas especies se desconocen numerosos aspectos de su biología haciendo que estimar la abundancia poblacional y tasa de crecimiento sean notablemente difícil.

Sumado a todo esto las ballenas son animales fascinantes por sus complejos comportamientos, por las sensaciones que despiertan en las personas y por ser reconocidos como animales inteligentes. De todos modos más allá de los argumentos,  desde el ICB nos oponemos rotundamente a cualquier actividad extractiva de ballenas.

La relación humana con las ballenas ha cambiado a lo largo de la historia. Antes valorados por su carne y aceite, ahora son una atracción natural que sorprende y atrae multitudes a los destinos de avistamiento de ballenas en todo el mundo brindando sustento a muchas localidades.

Foto: Stephen Johnson, Península Valdés-Argentina.

 ¿Por qué es clave mantener sanas a las ballenas?

La restauración de las poblaciones de las grandes ballenas promete generar cambios positivos en la estructura y función de los océanos del mundo (Chami et al. 2019; Roman et al. 2010). Las ballenas promueven la productividad del fitoplancton que a su vez soportan la producción de zooplancton y, por lo tanto, tiene un efecto en cascada sobre la productividad de muchas especies, incluidos peces, aves y mamíferos marinos, incluidas las ballenas mismas. Esto se explica debido a que facilitan la transferencia de nutrientes en los océanos en dos maneras principalmente, (1) liberando colosales deyecciones fecales ricas en nutrientes cerca de la superficie luego de alimentarse en profundidad y (2) movilizando nutrientes desde áreas de alimentación altamente productivas, a las áreas de cría con menor productividad (Roman et al. 2010).

De esta manera las ballenas contribuyen con la mitigación de los impactos negativos del cambio climático. La cantidad de hierro contenida en las heces de las ballenas puede ser 10 millones de veces mayor que el nivel de hierro en el medio marino, esta fertilización provoca importantes floraciones de fitoplancton, que a su vez secuestran miles de toneladas de carbono y liberan gran cantidad de oxígeno a la atmósfera anualmente, actuando como verdaderos bosques en los océanos (Roman et al. 2016; Smith et al. 2013; Willis 2007). A su vez, cuando las ballenas mueren, sus enormes cuerpos caen al fondo marino, donde representan la fuente más grande y nutritiva de las profundidades. Sus cuerpos pueden mantener una sucesión de fauna durante varias décadas, e inclusive constituyen el hábitat para especies de invertebrados que solo viven en los cadáveres de ballenas (Smith et al. 2015).

La figura muestra un modelo conceptual del «whale pump” o la “bomba de ballenas» explicando cómo estos grandes cetáceos ayudan a la circulación de nutrientes en los océanos. Imagen tomada de Roman-McCarthy, 2010.

A pesar de los muchos y diversos servicios ecosistémicos que brindan las ballenas, y el impacto positivo en las economías locales que dependen del turismo de observación de ballenas (Hoyt E., 2001), el retorno de las ballenas y otros mamíferos marinos ha sido, a veces, vinculado con la disminución de los stocks pesqueros, lo que resultaría en conflictos con la pesca humana (Lavigne, DM 2003). Sin embargo, no existen pruebas directas que soporten la idea de tal competencia (Morissette et al. 2010). De hecho, existe evidencia de lo contrario: en los modelos de ecosistemas donde se reduce la abundancia de ballenas, las poblaciones de peces muestran disminuciones significativas, y en algunos casos la presencia de ballenas en estos modelos da como resultado mejoras en el rendimiento pesquero. De acuerdo con estos hallazgos, varios modelos han demostrado que las alteraciones en los ecosistemas marinos como resultado de la eliminación de ballenas y otros mamíferos marinos no conducen a aumentos en los rendimientos para la pesca humana (Morissette et al. 2010; 2012).

Si bien las ballenas actualmente están protegidas de la caza comercial, hoy están expuestas a una variedad creciente de otras amenazas de origen humano (por ejemplo, enredos en artes de pesca, colisiones con barcos, contaminación sonora, plásticos, y el cambio climático). Aunque existen numerosos argumentos en favor de la conservación de las ballenas, es abrumador lo poco que sabemos sobre muchos aspectos de sus vidas, su biología y particularmente su Fisiología. Esta falta de conocimiento se debe a que las ballenas son realmente difíciles de estudiar.

Investigar para Conservar

Durante muchos años, la investigación se limitó a la observación de los breves intervalos que las ballenas pasan en superficie cuando salen a respirar, sin embargo, la mayor parte de sus vidas ocurre bajo el mar fuera del alcance de nuestra vista. Es por esto, que los científicos deben desarrollar nuevas metodologías para superar los desafíos del estudio de las ballenas y así poder distinguir la importancia relativa de los diferentes impactos que enfrentan con el objetivo de guiar las acciones de conservación que van a ayudar a la recuperación de los stocks de ballenas en los océanos del mundo. (Hunt et al. 2020 en prensa).

Como investigador del Instituto de Conservación de Ballenas, estoy comprometido a llenar algunos de estos vacíos de conocimiento. Mi investigación examina cómo los diferentes impactos ambientales y de origen humano afectan a la salud de las ballenas, y en particular cómo estos impactos pueden relacionarse con casos de grandes mortandades o declinaciones en las poblaciones de ballenas.

En mi proyecto, estoy aplicando nuevos métodos en fisiología de la conservación que prometen mejorar nuestra comprensión sobre cómo se relacionan diferentes agentes de impacto (extrínsecos e intrínsecos) con la respuesta fisiológica de las ballenas (ver Fernández Ajó et al 2018; 2020, Hunt et al. 2020 en prensa). En última instancia, esta investigación ayudará a abordar importantes preguntas de conservación, como cuáles son las causas de eventos inusuales de mortalidad de ballenas.

Referencias:

Ballance LT, Pitman RL, Hewitt R, et al. 2006. The removal of large whales from the Southern Ocean: evidence for long-term ecosystem effects. In: Estes JA, DeMaster DP, Doak DF, et al. (Eds). Whales, whaling and ocean ecosystems. Berkeley, CA: University of California Press.

Branch TA and Williams TM. 2006. Legacy of industrial whaling. In: Estes JA, DeMaster DP, Doak DF, et al. (Eds). Whales, whaling and ocean ecosystems. Berkeley, CA: University of California Press.

Chami, R. Cosimano, T. Fullenkamp, C. & Oztosun, S. (2019). Nature’s solution to climate change. Finance & Development, 56(4).

Christensen LB. 2006. Marine mammal populations: reconstructing historical abundances at the global scale. Vancouver, Canada: University of British Columbia.

Croll DA, Kudela R, Tershy BR (2006) Ecosystem impact of the decline of large whales in the North Pacific. In: Estes JA, DeMaster DP, Doak DF, Williams TM, BrownellJr RL, editors. Whales, Whaling, and Ocean Ecosystems. Berkeley: University of California Press. pp. 202–214.

Hoyt, E. 2001. Whale Watching 2001: Worldwide Tourism Numbers, Expenditures and Expanding Socioeconomic Benefits

Hunt, K.E., Fernández Ajó, A. Lowe, C. Burgess, E.A. Buck, C.L. In press. A tale of two whales: putting physiological tools to work for North Atlantic and southern right whales. In: «Conservation Physiology: Integrating Physiology Into Animal Conservation And Management», ch. 12. Eds. Madliger CL, Franklin CE, Love OP, Cooke SJ. Oxford University press: Oxford, UK.

Lavigne, D.M. 2003. Marine mammals and fisheries: the role of science in the culling debate. In: Gales N, Hindell M, and Kirkwood R (Eds). Marine mammals: fisheries, tourism, and management issues. Melbourne, Australia: CSIRO.

Morissette L, Christensen V, and Pauly D. 2012. Marine mammal impacts in exploited ecosystems: would large scale culling benefit fisheries? PLoS ONE 7: e43966.

Morissette L, Kaschner K, and Gerber LR. 2010. “Whales eat fish”? Demystifying the myth in the Caribbean marine ecosystem. Fish Fish 11: 388–404.

Pershing AJ, Christensen LB, Record NR, Sherwood GD, Stetson PB (2010) The impact of whaling on the ocean carbon cycle: Why bigger was better. PLoS ONE 5(8): e12444.

Reeves, R. and Smith, T. (2006). A taxonomy of world whaling. In DeMaster, D. P., Doak, D. F., Williams, T. M., and Brownell Jr., R. L., eds. Whales, Whaling, and Ocean Ecosystems. University of California Press, Berkeley, CA.

Roman, J. Altman I, Dunphy-Daly MM, et al. 2013. The Marine Mammal Protection Act at 40: status, recovery, and future of US marine mammals. Ann NY Acad Sci; doi:10.1111/nyas.12040.

Roman, J. and McCarthy, J.J. 2010. The whale pump: marine mammals enhance primary productivity in a coastal basin. PLoS ONE. 5(10): e13255.

Roman, J. Estes, J.A. Morissette, L. Smith, C. Costa, D. McCarthy, J. Nation, J.B. Nicol, S. Pershing, A.and Smetacek, V. 2014. Whales as marine ecosystem engineers. Frontiers in Ecology and the Environment. 12(7). 377-385.

Roman, J. Nevins, J. Altabet, M. Koopman, H. and McCarthy, J. 2016. Endangered right whales enhance primary productivity in the Bay of Fundy. PLoS ONE. 11(6): e0156553.

Schneider, V. Pearce, D. What saved the whales? An economic analysis of 20th century whaling. Biodiversity and Conservation 13, 543–562 (2004). https://doi org.libproxy.nau.edu/10.1023/B:BIOC.0000009489.08502.1

Smith LV, McMinn A, Martin A, et al. 2013. Preliminary investigation into the stimulation of phyto- plankton photophysiology and growth by whale faeces. J Exp Mar Biol Ecol 446: 1–9.

Smith, C.R. Glover, A.G. Treude, T. Higgs, N.D. and Amon, D.J. 2015. Whale-fall ecosystems: Recent insights into ecology, paleoecology, and evolution. Annu. Rev. Marine. Sci. 7:571-596.

Willis, J. 2007. Could whales have maintained a high abundance of krill? Evol Ecol Res 9: 651–662.

© Instituto de Conservación de Ballenas. Ballenas, ¿Por qué es importante su conservación? Se puede reproducir citando la fuente.


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