“En la escuela calculamos en el corredor la dimensión real de una ballena para que los chicos aprecien su tamaño y se dieron cuenta de lo chiquitos que somos en comparación a ellas. Excelente todas las actividades porque mantuvo a los alumnos motivados y activos y sobre todo aprendieron a valorar a las ballenas no sólo como un espectáculo de la naturaleza, un recurso natural, un ser vivo sino como alguien más cercano, de carne y hueso, tan frágil y tan valioso”.