Por Mariano Sironi,
Director Científico del Instituto de Conservación de Ballenas de Argentina
Nos conocemos desde hace 24 años
Cuando tenía 28 años, en 1998, comencé mis estudios de doctorado sobre el comportamiento y desarrollo social de las ballenas francas juveniles en Península Valdés. En 1999, durante mi primera temporada de toma de datos desde el observatorio de la estación de investigación «Campamento 39» en el Golfo San José, registré varias crías que luego serían importantes en mi estudio, y que a lo largo de los años han sido una parte especial de mi vida.
Entre otras, fotografié un ballenato con una mancha particular sobre su espalda en forma de hueso. En ese momento, espontáneamente así la llamé en mis notas: Hueso. Ella tiene otras dos manchas en el lomo y la mancha ventral sube sobre su flanco izquierdo, por lo cual es una ballena fácil de identificar. Sin saberlo, en aquel momento comenzaba una larga historia compartida entre una ballena y un hombre, que ya lleva un cuarto de siglo nutriéndose de nuevos encuentros.
Recuerdo que Hueso era una cría muy activa. Muchas veces la vi saltando y jugando alrededor de su madre. Un año más tarde, volví a verla ya destetada en el año 2000 y transformada en una joven ballena, independiente y muy sociable. La vi muchas veces, acompañada de otras ballenas jóvenes como Mochita, quien también participa de nuestro Programa de Adopción, y Rombita, más tímida, todas nacidas en 1999.
Seis años después, en 2006, realizaba observaciones de comportamiento de una madre y su ballenato desde un acantilado en el Golfo Nuevo, cuando irrumpió en el campo visual de mi telescopio otro ballenato muy activo y curioso, que interrumpió el descanso de las ballenas que observaba. Detrás de él apareció su madre, siguiéndolo rápidamente. Las características manchas blancas en la espalda de la madre me hicieron gritar de asombro, cuando supe que esa hembra ¡era Hueso con su primera cría! Con sólo siete años de edad, Hueso se había convertido en madre.
Tres años más tarde, en 2009, volví a registrar a Hueso en el Golfo Nuevo mientras realizábamos el relevamiento aéreo de Foto identificación. La fotografié con su segunda cría, que era tan activa como ella. ¡Estaba saltando!
En 2014, volví a encontrarla. Con 15 años de edad, pasó nadando frente a la estación de investigación en la misma bahía que visitaba cuando era recién nacida. Cuando con el telescopio vi sus manchas blancas, mi corazón dio un vuelco en mi pecho. Yo estaba solo ese día y corrí como loco, bajé a la playa a saludarla, y luego tomé la cámara para registrar a Hueso con su tercera cría, la cual al final de mis observaciones … ¡también estaba saltando! Parece que la hiperactividad es común en la familia de esta ballena. Días después, volvimos a observarla junto al investigador del ICB Alejandro Fernández Ajó. Esta vez la vimos desde el bote, ella y su cría se acercaron mucho.
El siguiente encuentro fue en septiembre de 2019, mientras tomaba datos desde la costa junto a la investigadora Candelaria Piemonte. Una vez más, Hueso me sorprendió apareciendo en el campo visual de mi telescopio, cuando pasó frente a la estación de investigación en una tranquila tarde de primavera … con 20 años de edad y con su cuarta cría conocida.
Otro encuentro inesperado cercano al Campamento 39
Con el equipo de investigadores del ICB estamos llevando adelante diversos proyectos científicos desde la estación de investigación en el Golfo San José de la temporada 2023. El domingo 24 de septiembre, en un día de sol y mucha calma en el mar, navegábamos en nuestro bote de investigación, el “Gris”. Estábamos tomando imágenes desde un drone para foto identificar ballenas y colectando biopsias de piel y grasa para realizar diversos análisis de la tesis doctoral de Camila Muñoz Moreda, investigadora del ICB y del CESIMAR de Puerto Madryn. Por la tarde, mientras Agustina Donini, veterinaria del Programa de Monitoreo Sanitario Ballena Franca Austral, tomaba notas, Kichi Pérez Aagard fotografiaba con el drone una ballena a la que describió “con manchitas blancas en la espalda”. Cuando nos acercamos a esta ballena y su cría, una vez más mi corazón dio un vuelco y mi emoción fue inmensa y solo pude decir: “esta ballena es Hueso, es Hueso, o sea… ¡ES HUESO!”
Estábamos a un par de metros de ella y su cría, que nadaban muy tranquilas. El encuentro duró más de una hora, porque ambas nadaban lentamente y se mantenían cerca de nuestro bote. Los nervios, la alegría y el amor se unieron en nuestras caras de felicidad cómplice junto a Cami, Kichi y Agus.
Al regresar a tierra, allí estaban Diego Taboada y Roxana Schteinbarg, que venían de participar en una limpieza de playa en la bahía de Flechero, promovida por Alejandro Ferro junto a varias organizaciones. Nos contaron emocionados cómo la playa quedó libre de plásticos luego de un día completo de trabajo, y no imaginaban la gran noticia que teníamos para darles. Allí mismo, todos nos abrazamos compartiendo la tremenda alegría que significa encontrarse con una ballena conocida.
Lo que aprendemos, lo que sentimos
Cada registro de Hueso es un dato nuevo sobre su historia de vida que nos ayuda a comprender mejor la biología y el comportamiento de las ballenas francas, y cómo éstos pueden verse afectados por las cambiantes condiciones ambientales actuales. En los registros iniciales, Hueso contribuyó con información clave para entender el comportamiento y desarrollo social de las ballenas francas juveniles. De los varios registros en el catálogo de fotoidentificación, cinco fueron con crías, incluido el nuevo encuentro. Gracias a estos datos, sabemos que Hueso es una ballena muy fiel a su sitio de nacimiento en Península Valdés.
Cada encuentro con Hueso y sus crías fue inolvidable. Recuerdo además a las personas que me acompañaban en esos encuentros. La emoción compartida nos une entre humanos y nos acerca más a la esencia de las ballenas y de su ballenidad.
Mi amor por las ballenas y por Hueso además es compartido con una gran cantidad de personas que la adoptaron. Agradezco a estas personas y a cada uno de los adoptantes de ballenas, porque nos permiten seguir haciendo lo que hacemos por las ballenas y el mar.
Hueso, me llena de esperanza para seguir viviendo en un mar de ballenas.
© Instituto de Conservación de Ballenas. Historias de ballenas: El reencuentro con Hueso. Se puede reproducir citando la fuente.
Me emocionan mucho estos reencuentros que tienen con HUESO y con todas las que se acercan a uds.
Felicitaciones por esta tarea tan empatica y maravillosa que realuzan.
Muchas gracias por compartirla.
Los quiero y los admiro
Delia